Ella había sido muy amable. Le mostró el lado hermoso de la
vida que él no había sabido apreciar. Caminaron toda la tarde por ese precioso
prado. Su risa, su cabello al viento y su mirada era todo en el mundo para él.
Se mostraba sin problemas, risueña, irónica, divertida. Él, un tipo más de la
rutina, que hoy había descubierto un nuevo mundo.
¿Es todo esto un
sueño? Se despierta agitado. Angustiado por estar sólo en la cama. El calor del
atardecer desapareció. Qué lindo que es soñar. Lástima que se limite sólo al
sueño todo el placer y la alegría de vivir.
Se queda meditando
en la cama, cuando una puerta se abre. Es la que da al baño, se queda helado en
la cama, sin poder de reacción. Podría ser un ladrón, un asesino, pero él está
ahí, inmovilizado sin poder articular palabra. Todo eso sucede en un segundo en
su cabeza, pero al ver esa mirada angelical asomando por la puerta con un gesto
pícaro le vuelve el alma al cuerpo.
No, no fue un sueño.
Es la realidad. Esa preciosa mujer que le enseña a vivir está aquí, con él. Le
sonríe y él de la incredulidad no le puede devolver más que dos ojos abiertos
como platos. Ella continúa riendo y juguetona se posiciona al lado de él. Le
pidió disculpas por haberlo despertado, es que precisaba ir al baño y no quiso
molestarlo.
El calor tan
especial de este cuerpo tan hermoso acostado a su lado, de ese perfume tan
dulce y único, esa mirada que lo desnuda, esa sonrisa… Agobiado por fin logra esbozar
una sonrisa. Ella le da un beso. Se recuesta sobre su pecho y los corazones se
encuentran en una dulce melodía entonada por latidos.
El amor había
llegado a su vida, el amor todo lo puede. La rutina quedó en el pasado y él
vuelve a vivir.
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